sábado, 16 de junio de 2012

El multiverso y Borges.


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El jardín de los senderos que se bifurcan







Las leyes de la mecánica cuántica describen el comportamiento del mundo microscópico; un mundo en el que los objetos son tan leves que la presión de un rayo de luz, por tenue que sea, puede ocasionar desplazamientos bruscos. Esos objetos -átomos y moléculas invisibles al ojo humano- se mueven e interactúan unos con otros de una manera cualitativamente distinta de como lo hacen las pelotas de tenis, los automóviles, los planetas y el resto de la fauna del mundo visible.

Tanto en la descripción del mundo microscópico como en la del macroscópico es útil hablar del estado de un objeto. Un estado posible de una pelota de tenis es: en reposo al lado de la red. Otro estado posible es: a un metro del suelo y moviéndose hacia arriba a una velocidad de un metro por segundo. En este lenguaje, especificar el estado de la pelota de tenis en un momento dado es entonces indicar su posición y su velocidad en ese momento. Las leyes de la mecánica clásica, enunciadas por Isaac Newton, permiten predecir, dado el estado de la pelota de tenis en un instante inicial, el estado de la pelota de tenis en todo instante posterior. La secuencia de estados no es nada más que la trayectoria de la pelota de tenis. En mecánica cuántica esta descripción no funciona. Los átomos y otras partículas microscópicas no admiten una descripción en la que indicar el estado de la partícula en un momento dado se corresponda con indicar la velocidad y la posición: en mecánica cuántica, especificar el estado de una partícula en un momento dado es indicar una cierta función que contiene la probabilidad de que la partícula esté en un cierto lugar con una cierta velocidad. Las leyes de la mecánica cuántica, enunciadas en este caso por Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg, permiten calcular los cambios temporales de esa función de probabilidad, o en términos más técnicos, de la función de onda. Nos encontramos así con una de las revoluciones conceptuales de la mecánica cuántica: la pérdida de la idea de trayectoria en favor de una descripción en términos de las probabilidades de las trayectorias.





Con el objeto de comparar dos visiones probabilísticas, la clásica y la cuántica, consideremos el más simple de los experimentos aleatorios del mundo macroscópico: Alicia tira al aire una moneda y la retiene en su mano cerrada. María debe predecir si la moneda que Alicia oculta en su mano cayó cara o cruz. Desde el punto de vista de María, el estado de la moneda puede describirse por una función de probabilidad (clásica) que indica que cada estado posible, cara o cruz, tiene una probabilidad del cincuenta por ciento. Si bien María tendrá que esperar que Alicia abra la mano para saber si la moneda cayó cara o cruz, es "obvio" que la moneda cayó en una, y sólo una, de las dos posibilidades y que la descripción probabilística en este caso cuantifica la ignorancia que tiene María del estado de la moneda. Cuando Alicia abre la mano, María comprueba que la moneda cayó, digamos, cruz. Por un lado podemos hablar también del cambio de estado de la memoria de María, que pasó de ignorar cómo cayó la moneda, a saber que cayó cruz. Por otro lado, en el proceso de observación, el estado de la moneda no cambió: la moneda había caído cruz y la observación lo único que hizo fue develar un resultado que existía de antemano. Comparemos este experimento con su equivalente microscópico. Si bien no existen monedas microscópicas, existen sistemas (átomos) que pueden estar en alguno de dos estados mutuamente excluyentes: el "espín" de un átomo, que puede tomar dos valores: "arriba" y "abajo". Digamos que tenemos un átomo en una "caja" cerrada y que sabemos que la función de onda del átomo corresponde un cincuenta por ciento para arriba y un cincuenta por ciento para abajo. En analogía con la moneda de Alicia, si abrimos la caja veremos el átomo en una de las dos posibilidades y si repetimos muchas veces el experimento preparando el átomo en el mismo estado inicial, comprobaremos que aproximadamente la mitad de las veces el espín está para arriba y casi la mitad de las veces para abajo. Hasta aquí las dos visiones probabilísticas coinciden. Sin embargo, la mecánica cuántica admite la posibilidad de que el átomo esté en una superposición de estados antes de ser observado y en un estado definido después de ser observado. Supongamos que María tiene ahora un detector capaz de abrir la caja y observar el espín del átomo. Después del proceso de medición no sólo cambia la memoria de María sino que también cambia el estado del átomo . La diferencia crucial estriba en que antes de que María lo observe el átomo está en una superposición de los dos estados; y no tiene sentido decir que está o para arriba o para abajo, porque el átomo está simultáneamente en los dos estados. Esta peculiar característica, que no tiene cabida en nuestra intuición, nos pone en frente de otra de las revoluciones conceptuales de la mecánica cuántica: la pérdida de la existencia de una realidad objetiva en favor de varias realidades que existen simultáneamente.

La pregunta central, que resume el problema de la medición, todavía hoy sin resolver, puede ser formulada en el contexto de nuestro ejemplo de la siguiente manera:

Si tanto María como el átomo están sometidos a las leyes cuánticas; y si el átomo está en una superposición de estados antes de la medición y en uno bien definido después de la medición, ¿cuál es el mecanismo por el cual el átomo "elige" un estado y no otro? El consenso generalizado es que la solución de este dilema excede a la mecánica cuántica, desborda una de las teorías de la física con mayor poder explicativo y de predicción.

La única "solución" a la paradoja estaría en la teoría de Everett: o la mecánica cuántica es incompleta o aceptamos la resistida teoría de los mundos paralelos de Everett y DeWitt, en cuyo caso el mundo sería precisamente el laberinto de Ts'ui Pên, que:

"creía en una serie de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos" (Obras Completas, I: 479).


Photos: G. M.


En "El jardín de senderos que se bifurcan" Borges menciona a Ts'ui Pên, un astrólogo chino que ha escrito un libro extraordinario: El Jardín de Senderos que se Bifurcan . Ts'ui Pên se había propuesto dos tareas inconcebibles: construir un laberinto infinitamente complejo y escribir una novela interminable. Después de su muerte se pensó que había fracasado por cuanto la existencia del laberinto no estaba clara y la novela no sólo estaba incompleta sino que resultaba absurda e incoherente (por ejemplo, algunos personajes morían y reaparecían en capítulos posteriores). Para sorpresa de Yu Tsun, Albert le revela que ha descubierto el secreto de la enigmática novela: el libro es el laberinto, y el laberinto no es espacial sino temporal. El jardín es la imagen del universo tal como lo concebía Ts'ui Pên, y si aceptamos la hipótesis de Everett, el mundo es un jardín de senderos que se bifurcan.

En cada medición cuántica el universo se ramifica, con una componente por cada resultado posible del experimento. En uno de los universos la memoria de María se corresponde con el espín para arriba; en el otro, con el espín para abajo. La secuencia de las configuraciones de la memoria de María, o la "trayectoria" de las memorias es diferente en cada uno de los universos.

Los dos autores presentan la idea central de maneras llamativamente parecidas. En la sección 5 del artículo original, Everett dice:

La "trayectoria" de las configuraciones de la memoria de un observador que realiza una serie de mediciones no es una secuencia lineal de configuraciones de la memoria sino un árbol ramificándose (a branching tree), con todos los resultados posibles que existen simultáneamente.

En "El Jardín de los senderos que se bifurcan", Borges dice:

En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta "simultáneamente" por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan.

Ahora bien, ¿dónde están todos estos universos? Una respuesta es que pueden estar "aquí", donde está "nuestro" universo. Según la teoría estos universos no interactúan, de manera que no hay razón para excluir la posibilidad de que estén ocupando el mismo espacio. Otra respuesta es que los universos estén "apilados" en una dimensión adicional de la que nada sabemos.

Borges parece ser entonces el primero en formular esta alternativa al tiempo lineal. La otra posibilidad, la de un tiempo cíclico, tiene numerosos antecedentes en culturas arcaicas y en literaturas a las que Borges hace detallada referencia en varios escritos. Con los tiempos múltiples la historia es diferente: "Hume ha negado la existencia de un espacio absoluto, en la que tiene lugar cada cosa; yo, la de un solo tiempo, en la que se eslabonan todos los hechos . Negar la coexistencia no es menos arduo que negar la sucesión ( Otras Inquisiciones ).

Mientras compilaba el material para este ensayo le pregunté a Bryce DeWitt, que ahora está en la Universidad de Texas en Austin, si él tenía conocimiento de "El Jardín de senderos que se bifurcan" al escribir el artículo de 1971 donde acuña el término "muchos mundos". Me contestó que no.


Extractado de la conferencia “Borges y la mecánica cuántica” de Alberto Rojo






El mal de chagas y la transferencia horizontal de material genético; El hombre es un mozaico.


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Evolución por parásitos

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 13 de junio de 2012

En Malasia existe una enorme flor, llamada Rafflesia, que además de ser la más grande del mundo (hasta un metro de diámetro) y tener un olor fétido se distingue por ser parásita. No tiene tallo ni hojas, y para sobrevivir depende de otra planta, de la familia de las vides, llamada Tetrastigma.

La semana pasada, investigadores de Estados Unidos, Malasia y Singapur, encabezados por Charles Davis, publicaron en la revista BMC Genomics una investigación en la que describen algo sorprendente: los genes de Tetrastigma fueron “robados” por Rafflesia, y ahora forman parte de su genoma. Esto podría ayudar a la parásita a evadir las defensas del organismo parasitado (hospedero).

La “transferencia horizontal de genes” no es algo nuevo: desde hace décadas se sabe que ocurre en bacterias, y los virus suelen hacer malabares con los genes de los distintos huéspedes a los que parasitan (en el genoma humano existen miles de fragmentos de virus que quedaron insertados en él: son el 8% de nuestra información genética).

Pero hasta ahora no se había descubierto que también otro tipo de parásitos pudieran mezclar su material genético con el nuestro. Pues bien: investigadores de las universidades de Brasilia y de Minas Gerais, en Brasil, publicaron hace poco en la revista PLoS ONE los resultados de otra investigación sorprendente.

Trypanosoma cruzi,
entre algunos glóbulos rojos
Mariana Hecht y sus colegas, del grupo de Antonio Teixeira, estudian el mal de Chagas, una enfermedad causada por el parásito Trypanosoma cruzi, que se transmite por el piquete de la chinche Triatoma infestans (chinche besucona, vinchuca) y otros insectos del mismo género, y que produce, luego de varias décadas, graves daños a los órganos del paciente, normalmente el corazón. El tripanosoma es un protozoario complejo: además de los genes de su núcleo, tiene cientos de pequeños “minicírculos” de ADN en sus mitocondrias, que contienen hasta 30% de su información genética, y pueden pasar a las células de su hospedero.

Intrigados por el hecho de que los pacientes tratados con medicamentos que eliminan a los tripanosomas frecuentemente siguen presentando daños al corazón, Hecht y sus colegas propusieron que podría tratarse del sistema inmunitario del paciente, que ataca proteínas del tripanosoma que se siguen produciendo. Para averiguarlo, analizó a cinco familias brasileñas en las que los miembros más viejos padecían el mal, y encontró que no sólo se hallaban los genes de tripanosoma insertados entre los genes de las personas infectadas (25 de 87 sujetos) –en ocasiones alterándolos–, sino también en sus descendientes no infectados.

Además de dar evidencia de que los daños de la enfermedad de Chagas podrían ser de naturaleza autoinmune como resultado de los genes de tripanosoma, los resultados de Hecht indican que los genes de tripanosoma han pasado a formar parte de la línea germinal humana de esas familias. Probablemente pronto descubriremos que no es el único caso.

Árbol evolutivo que muestra
transferencia horizontal de genes
Las implicaciones para el estudio de la evolución en general es tremendo. El claro y ordenado árbol evolutivo que Darwin vislumbró, base de la clasificación de los seres vivos, supone que los genes de transmiten verticalmente, de padres a hijos. La transferencia horizontal de genes trastoca por completo esta visión, convirtiendo al árbol de la vida en una red confusa, y haciendo que el concepto de especies distintas se vuelva borroso.

El descubrimiento significa también que la evolución humana –y probablemente la de todos los organismos– ha sido influenciada enormemente por los parásitos con los que hemos convivido. Como dicen los autores del estudio, “la población humana podría ser un mosaico de todos los organismos a los que ha estado expuesta a lo largo de su historia”.